Prosa poética: El predilecto títere de las drogas
Por Yago Salmón De Lucio
El predilecto títere de las drogas
Hoy estoy como medio atrapado entre mi vida y mi lógica,
mis sentimientos y mi retórica. Estoy cansado de vivir como extranjero en todos
lados, aquí, en mi antiguo hogar, en mi eterno azar. Las caras aquí entre los caballeros
diurnos de Buenos Aires y las hormigas obreras de Lima. Quiero hogar, quiero
suprimir mi eterno sentimiento de lamento. De lamentar no conocerme, de
conocerme a diario pero siempre cambiar. De manera oculta, de gema, un agujero
que no absorbe ni expulsa.
Hay multifacéticas razones que se entrelazan en un solo
centriolo, que siempre baila frente a mí, sin cogerme los hombros, yo su cadera
y ya no sé quién me encuentre. Como un poco roto, sí, roto. De tal modo que la
barba no oculta su asustada cara y las calles que descienden a las cañerías,
solo reposan en sus ojos, cuando está descalzo en la vereda, desolado y tapado
con una manta que pierde hilo como pelusas.
Estamos por entender que hay caracoles que se arrastran
en las persianas y las vitrinas, colgando en mi sala. Y yo les echo sal, de vez
en cuando pimienta como para condimentarlos y que se cuezan. Se van al punto en
que la hoz de la muerte los separa de la realidad secando su babosa piel
arrugada, verde. Aún hoy soy esa babosa deshidratada, que de cloruro de sodio
petrifica.
Y quizás ahora, no haya otras oportunidades, otros
monstruos. Hay que soltarme la cadena, mi bozal que detiene mis palabras, mis
penas, mi conejo que salta del mundo de Alicia. Porque
estoy lejos, lejos de ti y de mi antiguo corazón. Tallando lo que alguna vez
fue una obra maestra, pero más que tallando, dinamitando con la explosión de
mis emociones y los martillos de metal.
Comenzando a escribir este texto me di cuenta de que le
debía mi vida a todos los regalos, todos aquellos que me enseñaron y dibujaron
como persona nórdica, de inviernos. Fumando marihuana me percaté de que estoy
loco, pero no de psicopatía, ni de Parkinson, ni Alzheimer, ignorando
ansiedades y depresiones. Es mi hobby saber las letras que entiendo, es decir,
conocerlas de manera que si muero hoy, deje mis observaciones al mundo, a la
tierra, mi hogar. Donde una vez más me encuentro extranjero, completamente
solo. Aunque incompletamente, muy repentinamente me demuestra que existe algo
dentro de mi piel, además de los huesos, que tiene consciencia.
Entrando en fiebre que saqué del bolsillo, gateo hacia mi
ascensor, soy una prostituta, asquerosa. Realmente, apesto y porque no me he
bañado luego de muchas noches de sexo con gordos de pecho poblado y labios
cortados por las ETS. Ruego pero no siempre sirve, puedo suplicar o
arrodillarme tanto para rezar como para chupar un pene, una vagina, una ácida úlcera
en el alma. Y mi alma se quema, alta, candente. Estoy podrido y es por eso que
no hallo mi cabaña en las nieves.
Las voces una vez más me encuentran en mis pesadillas y
mis parálisis de sueño causadas por mi ansiedad aniquiladora. Que me pierde y
confunde. Al despertar, limpio el vidrio roto que refleja mi amargada cara, una
imagen penosa con una legaña en el ojo izquierdo y un corte de la mejilla
opuesta. Estas no son las mismas que me hablan, no la misma que encuentro en
todos los humanos, bueno en los pensantes, un tanto perdidos. Habrá muertos que
respiran siempre en esta escaza, sobrepoblada, paupérrima reflexión y
actualidad, sistema de gobierno, vida familiar. Todo por modelos que plantean a
gente imperfecta en busca de capitales, poder, consumismo. No de tambores y
quijadas de burro tocando música peruana.
Y mi paño de lágrimas, mi globo está a punto de explotar,
calando mi pecho con un cigarro, hincando mi eterna soledad. ¿Quién es este
hombre que me observa en la sala? ¿Dónde están aquellas personas que me decían
hijo, hermano? Hoy descansaré con mis venas teñidas de verde. Desaparecen en
mis musgos de ideas, en un cuarto donde las nacionalidades múltiples abundan
como moscas de la fruta. Y es mi escena actual, mis ojos rojos y la gaseosa que
me desinflama la garganta lo único que aún me recuerda que mis dedos palpan las
teclas tratando de decir algo. Algo como:
¡AYUDA!
Cogí mi avión corriendo, subiéndome como un bólido no
inválido; pero, innóvalo pienso, transito rápido en este lugar. Solo mi subconsciente
aún entiende pero yo solo trasmito. Como me subí a mi avión, como corrí, como
salté mis piedras, abrí caminos que pensé que podría transitar como en la
playa, suaves y fáciles, de aquellos que decides permanecer junto a tu cuerpo
porque tu presencia no necesita escapar del momento, estás oculto pero cómodo y
por eso eres un hospedaje y un huésped.
Ahora seguro con este papel inentendible pierdo a todos y
dirán:
“No sabe escribir, cree que por complicar sus palabras y
los versos, las cosas que dice con metáforas y tan desordenadas, faltas de
verosimilitud y contexto, son solo ideas escupidas durante una de sus salidas a
fumar, está drogado y lleno de ímpetu”.
Pero yo he ascendido como diría, les enseñaría que es
fácil cuando más simple se es. Porque yo no complico, solo desenfoco mi mente,
solo suelto mis tesis, mis intenciones y mis fuegos. Yo doy vida y recreo lo
imposible, soy un malo y un bueno. Soy hipócrita conmigo mismo pero nunca
miento, nunca vivo en oscuridad y vomito el ego, mi laberinto, mi desentender.
¿Entiendes?
No inventes, las lenguas de serpiente son contadas y yo,
además, porto la labia, la polilla, el farol. Enciendo mediante sabiduría las
velas insertadas dentro del perímetro de cristal y cobre, a lo antiguo.
Prometo estar tomando mis benzodiacepinas, pero esto no
es poesía, cuentos, ni policías, es mi caligrafía, mi intención, mi dicha.
Y como ni con esto encuentro mi hogar, solo fue un papel
inútil más que me hizo rellenar mi tiempo de perdidas palabras, con la emoción
de imaginar: “Algún día ayuden a un niño, una madre en quiebra o a mi propia
familia”. Una persona que pensaba suicidarse, sadomasoquistas radicales y unos
cuantos anormales. Aparte de hoy, no tenemos puntos en la boca, voy a reventar
mi mente como una bomba.
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