Comentario: La Danza Macabra del Codex Palatinus Germanicus 438


Por Javier Quintanilla Calvi


Iconografía musical medieval y renacentista: La Danza Macabra del Codex Palatinus Germanicus 438 de la Biblioteca de la Universidad de Heidelberg (Alemania). Folios 132 r. y 132 v.

Nota: El presente comentario fue realizado inicialmente como una práctica para la asignatura de Historia de la Música del Grado en Historia y Ciencias de la Música de la Universidad de Salamanca. Por tanto, difiere del original únicamente en algunas correcciones mínimas, y en que el formato ha sido modificado, con el fin de que pueda integrarse mejor a esta plataforma digital.  

La muerte es, quizá, la única y más grande certeza de la humanidad, y probablemente sea por eso que ha estado presente en el arte desde el inicio de los tiempos, hasta nuestros días. Ya desde la antigüedad, por ejemplo, los egipcios esculpieron numerosos relieves con narraciones del paso de la vida a la muerte, y el concepto de “Inframundo”, independientemente de la forma que adopte, aparece en muchísimas culturas alrededor del mundo, si no en todas. No tendría que sorprender, entonces, que uno de los más antiguos ejemplos de música notada de la cultura occidental que ha sobrevivido hasta nuestros días, el Epitafio de Seikilos, haya sido encontrado inscrito en un hito funerario. Incluso hoy, la música está muy involucrada en las ceremonias fúnebres de nuestra sociedad; ya sea como pequeña melodía militar, como cortejo fúnebre (muy comunes en Latinoamérica, por ejemplo), o, incluso, como acompañamiento musical en los irónicamente denominados “minutos de silencio” que se realizan en los estadios de fútbol cuando se quiere conmemorar el fallecimiento de alguien antes del inicio del juego. La colección de xilografías sobre la Danza Macabra hallados en el Codex Palatinus Germanicus 438, datados hacia 1455/1458 (según su catálogo en la Biblioteca de la Universidad de Heidelberg, en Alemania), entre otras manifestaciones artísticas y literarias coetáneas, confirman que, de la misma manera, la muerte fue muy importante e influyente en la vida cotidiana y el imaginario colectivo centroeuropeo durante el paso de la Edad Media al Renacimiento. 

La Danza Macabra constituye, como dice González (2014), “un género literario y figurativo muy popular al final de la Baja Edad Media que se proyectó a lo largo de las Edades Moderna y Contemporánea coincidiendo con periodos de graves crisis demográficas”. Hasta hoy se discute su origen, para el cual se han considerado diversas teorías, siendo las más importantes las que sitúan su aparición como tal en Francia o Alemania, aunque se consideran también influencias y paralelismos por parte de tradiciones iconográficas de culturas antiguas, como la danza de los esqueletos de las cultura helenística y romana epicúrea, o el encuentro entre vivos y muertos presentes en el arte budista y que habría llegado a Europa a través de los franciscanos que regresaban luego de haber sido enviados a evangelizar Oriente hacia el siglo XIII. Incluso se ha llegado a hablar de un posible origen español (ídem.). 

No obstante, es en el siglo XIV, en el contexto de la Peste Negra, que “la representación de la danza macabra como símbolo del completo dominio de la muerte se hizo muy popular” (Garrido, 2015). La cotidianidad de la muerte en la Europa del s. XIV provocó una reacción por parte de las personas que intensificó la representación de danzas de la muerte, tanto en las artes representativas como figurativas. Todo esto tiene más sentido, si consideramos que “no hay época que haya impreso a todo el mundo la imagen de la muerte con tan continuada insistencia como el siglo XV” (Huizinga, 2001. En Herrera, 2016). Ejemplos diversos de esa época con temática alusiva a la muerte, así como a la danza macabra, han sobrevivido hasta la actualidad y se pueden encontrar por toda Europa, del mismo modo que abundan también referencias textuales y literarias a la misma. Sin ir muy lejos, Boccaccio menciona a la peste en su “El Decamerón”, y Manrique reflexiona sobre la muerte en sus “Coplas a la muerte de su padre”. En cuanto a la danza, ejemplos como la representación en la bóveda de la Lady Chapel de la iglesia de san Mateo de Rosslyn (Escocia), o la del claustro de la abadía de La Chaise-Dieu (Francia), del mismo modo que otras pinturas y representaciones xilográficas diversas, son muestras de gran interés.

En líneas generales, pues su concepción y conformación puede variar ligeramente según su localización geográfica y cronológica, la danza macabra puede entenderse como una “gran sátira social que contempla la Muerte como elemento unificador de toda la humanidad” (González, 2014). Ella aparece representada usualmente como una o varias calaveras (también podrían ser cuerpos con muestras de descomposición), las cuales arrastran al baile a los vivos, entre los que figuran, apareciendo por orden jerárquico partiendo del más poderoso, personajes de todos los estratos sociales y económicos de la época, dando además especial superioridad a los cargos clericales: desde el Papa hasta un niño, pasando por el emperador, algún soldado e incluso un viejo y un enfermo, reconocibles todos ellos claramente por sus ropajes y atributos respectivos. El mensaje es el de una “muerte aleccionadora”, como señala González (ídem): “la muerte arrastra en su rondalla musical a todos los seres humanos, sean quienes fueren, sin tener en cuenta su edad (juvenes et senes rapio) y sin considerar su condición social, estamento o capacidad económica. […] Todos deben pasar por ella”. 

También llama la atención la gran presencia de instrumentos musicales tocados por los muertos, que pone en evidencia que lo que está sucediendo es una danza de carácter “alegre”, burlón y satírico, en la que tan solo los muertos disfrutan (incluso de manera exagerada) y los vivos no parecen querer participar, sino que son forzados por sus fallecidas “parejas”. Los instrumentos de viento (como las chirimías, cornetti, cuernos y trompetas medievales) parecen destacar por ser los más comunes, seguidos de instrumentos de percusión como tambores, aunque una investigación más exhaustiva sería necesaria para establecer una regla al respecto. Cabe preguntarse, además, el porqué de la notable ausencia de instrumentos cordófonos en las representaciones iconográficas de la danza macabra: ¿quizá por influencia de la tradición griega clásica conservada por los copistas medievales, en la que los instrumentos aerófonos tienen una connotación dionisiaca, frente a la asociación apolínea de los instrumentos de cuerda? No está de más recordar también, que en otras músicas muy posteriores se han utilizado instrumentos de viento como recurso para alterar el mensaje musical, volviéndolo más oscuro y tosco. Por ejemplo, en el quinto movimiento de la Symphonie Fantastique de Berlioz, la ideé fixe es interpretado por un clarinete en Mi bemol, dándole así un aire “vulgar, trivial y grotesco” (como indica el programa de mano escrito por el mismo compositor), que va más acorde al aquelarre que define el tema de dicha música. Sin embargo, establecer una conexión real entre éste y otros casos similares con las representaciones medievales y renacentistas de la danza macabra podría resultar mucho más complicado. Sea como fuere el caso, lo que sí queda claro es que la música es esencial en la concepción de dicha danza, a la que define y caracteriza. 

El Codex Palatinus Germanicus 438 contiene además del ‘Heidelberger Bilderkatechismus’, una ‘Biblia Pauperum’ y otros escritos, un muy buen ejemplo alemán de la ‘Totentanz’. Esta Danza Macabra está compuesta por 25 imágenes acompañadas de texto rimado (para el presente trabajo se han escogido de manera representativa tan solo dos de ellas). En cada una aparece la muerte junto a un vivo, haciendo el ademán gestual de que lo está sacando a bailar. Mientras tanto, el vivo no muestra gestos de querer acompañarla, y no “baila”, sino que permanece estático. Los difuntos presentan en varios casos también algunos atributos de su contraparte viva, como alguna prenda de vestir o una espada. También llevan, en varios casos, un instrumento musical.

El folio 132 r. muestra a un cardenal. Está vestido de hábito escarlata (color característico de los cardenales), con las manos cruzadas sobre él como recogiéndoselo, y lleva un sombrero de ala ancha con dos borlas verdes, una a cada lado. La muerte, danzante, toca hacia su oído un cornetto, mientras le mira fijamente. 

Codex Palatinus Germanicus 438, fol 132 r.

El cargo clerical de este personaje se puede reconocer fácilmente también en el texto que acompaña la imagen, escrito rimado en alemán antiguo:

Springit off mit ewrem roten hutt
Her cardinal der tancz yst gutt
Ir hat geseynet wol die leyen
Und must nw mit dem tode reyen

Ich was mit bobistlicher wal
Der heiligen kirchen cardinal
Nw byn ich dor czu getwngen gar
Das ich tancze an der todis schar
Salta arriba con tu rojo sombrero,
Señor Cardenal, la danza es buena.
Has bendecido bien a los laicos
y debes ahora con la muerte bailar

Fui con papal elección
De la Santa Iglesia Cardenal.
Ahora estoy completamente forzado a ella,
Así que danzo en el tropel de la muerte

Por otra parte, en el folio 132 v. aparece un Obispo. Sus ropas no se corresponden a los colores propios de cada tiempo litúrgico (morado para cuaresma, verde para tiempo ordinario, etc.), sino que son de distinto color, lo cual podría ser “para expresar la idea de que la muerte puede venirle al hombre en cualquier fecha del año, esté o no preparado para ella” (González, s. f.). Lleva también los característicos báculo y mitra obispales. 

Codex Palatinus Germanicus 438, fol 132 v.

La muerte, en cambio, está de pie a su lado, y le jala de la sotana. Si bien en este caso la calavera no parece hacer gestos propios de la danza, sí lleva y toca una gaita, denotando el contexto musical de la imagen, que se hace además explícito en el texto: 

Wr wirde vnd ere hot sich vorkart
Her byschoff weyze vnd wol gelart
Ich wil euch an den reyen czyen
Do ir den tot nicht mogit entpflyen

Ich byn wirdiglich geerit wurden
Dy weyle ich lebete yn byschofs orden
Nw czyen mich dy vngeschaffen
Czu dem tode als eynen affen
Su dignidad y honor se han equivocado,
Señor Obispo, sabio y bien aprendido.
Yo a la danza lo traeré,
Donde no podrá de la Muerte escapar

Yo he sido dignamente honrado
Mientras yo viví en el oficio del Obispado.
Ahora me llevan los deformes
Hacia la muerte como un mono

Otros ejemplos de danzas macabras se han encontrado por toda Europa, y España no es la excepción. Contrario a lo que antes se creía, hoy es demostrable que en la Península Ibérica la representación iconográfica de la Danza Macabra fue de gran importancia y habitualidad, aunque es cierto que son pocas las representaciones pictóricas que han sobrevivido desde entonces. Quizá uno de los mejores ejemplos en este caso sea el antecedente a la danza macabra de la sala capitular del convento de San Francisco de Morella en Castellón, que data del s. XV, pero debieron haber existido muchas más. Diversas referencias a ellas han llegado a través de fuentes escritas, como crónicas y literatura. Destacan, sobre todo, las que se hacen en “El Corbacho” de Alfonso Martínez de Toledo (1498), de una danza macabra que había en la capilla de los Quiñones en San Isidoro de León, y es representativo, naturalmente, el poema anónimo castellano de la Dança General de la Muerte (hoy conservado en la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial), también del s. XV, que describe una danza macabra española con características particulares, pero de gran similitud al esquema general de este género (Haindl, s. f.). 

Sin embargo, otras alusiones al tema macabro (aunque ya no propiamente de las danzas macabras) han sobrevivido en España en otros soportes artísticos, como el teatro y la música en sí. Una que llama la atención es el Ad Mortem Festinamus, recuperado del Llibre Vermell de Montserrat, presuntamente copiado a fines del s. XIV. La música ahí transcrita en notación muestra el canto monódico de una danza, en la que se habla de la inevitabilidad de la muerte: “Vita brevis breviter in brevi finietur mors venit velociter quae neminem veretur, omnia mors perimit et nulli miseretur”. Existen, incluso, grabaciones de interpretaciones históricamente informadas de dicha música, como la que dirigió Jordi Savall en 2013. 

Por último, vale la pena mencionar la Danza de la Muerte que se representa cada año en Semana Santa en Verges, Girona, la cual se cree que está conservada desde la Edad Media. De manera similar al caso anterior, esta danza, en la que bailan los esqueletos al ritmo del tambor, gira en torno a los conceptos de que la muerte no perdona a nadie (“Nemini parco”), y que la vida es breve (en catalán, “Lo temps es breu”. Esta inscripción aparece en la bandera que ondea una de las calaveras durante la danza). La Dansa de la Mort demuestra así, unida a muchas otras prácticas culturales, la enorme relevancia iconográfica de este asunto medieval muy ligado a la cultura europea, que ha cautivado a la mente humana y se ha materializado a través de las artes (con una especial y necesaria conexión con la música), incluso llegando vivo desde sus orígenes, hasta la actualidad.




Referencias y Bibliografía



Fuentes primarias:

- Anónimo (1455/1458). Codex Palatinus Germanicus 438, de la Biblioteca de la Universidad de Heidelberg [documento en PDF]. Disponible en https://digi.ub.uni-heidelberg.de/diglit/cpg438


Fuentes secundarias:

- Garrido, M. (2015). Y en polvo te convertirás. La danza macabra como advertencia y consuelo de la universalidad de la muerte. Eme. Nº 3, pp. 102-115.
- González, H. (2014). La danza macabra. Revista digital de iconografía medieval. Vol. VI (nº 11), pp. 23-51.
- González, H. (s. f.). Los códigos indumentrarios como signo de identidad socio-estamenteal en la iconografía de la danza macabra. Revista del Centro Superior de Diseño de Moda de Madrid (CSDMM).
- Haindl, A. (s. f.). La Danza de la Muerte.
- Herrera, J. (2016). La imaginería de la Muerte en la Baja Edad Media. Anejos de Estudios Clásicos, Medievales y Renacentistas. Vol. 12, pp. 38-61.
- Huizinga, J. (2001). El otoño de la Edad Media: estudios sobre la forma de la vida y del espíritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Países Bajos. Madrid: Alianza.


Otros recursos:

- Transcripciones de los textos en alemán antiguo a partir de los facsímiles: http://www.dodedans.com/Eheid07.htm y http://www.dodedans.com/Eheid08.htm. 
- Grabación consultada del Ad Mortem Festinamus, dirigida por Jordi Savall: https://www.youtube.com/watch?v=ZGx7kQZrODU 



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Javier Quintanilla Calvi nació en Arequipa, Perú. Actualmente estudia Historia y Ciencias de la Música en la Universidad de Salamanca (España), en donde además es parte de la Joven Asociación de Musicología.  Twitter: @javierqcalvi

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