Relato: No mires atrás

Por Luis Esquivel



No mires atrás

Nos sentamos en el balcón, como todas las semanas, y escuché su voz. “¿Cómo estás?” Supongo que notó la preocupación que trataba de esconder. Olvidé que nos parecíamos demasiado y resultaba inútil intentar ocultarle algo. 

Mientras abríamos las cervezas frías no pude evitar que mi mirada se pierda en el horizonte de los recuerdos. Rompí el silencio dejando que las palabras fluyan casi sin control. Casi. 

“Supongo que todo empezó hace algunos años. ¿Te acordás de ese viaje que te conté? ‘No mires atrás’, me dijeron cuando empezó. ‘Nunca lo hagas, no te olvides de la esposa de Lot: lo hizo y se convirtió en una estatua de sal’. 

Era fácil decirlo, pero era imposible cumplirlo. Estaba renunciando, sin quererlo, a todo lo que era hasta entonces. Recuerdo no entender por qué debía abandonar tanto. Acordate que en esa época todavía era demasiado joven. Demasiado inocente.

No pude evitarlo y miré lo que me prohibieron. Estaba dejando demasiado… y nunca fui bueno respetando las prohibiciones. Todo lo que abandonaba merecía, aunque sea, una última mirada y una despedida definitiva. Mis ojos apreciaron, por última vez, aquello que alguna vez pareció eterno. Pero, como ambos aprendimos tantas veces, la eternidad a veces es más efímera de lo que nos gustaría. 

Mientras me alejaba, segundo a segundo, no podía apartar la mirada ni evitar preguntarme tantas cosas. ¿Mi viaje emulaba al de Orfeo o al de Lot? ¿Dejaba atrás el amor o la destrucción? O quizás... ¿una combinación de ambas cosas?

Esa noche, al ver por primera vez nuevas estrellas, entendí lo que significaba ese viaje y el peso de lo irreversible. Entonces, empecé a correr con la mirada hacia adelante. Nunca me gustó la incertidumbre y en ese momento sólo me rodeaba lo incierto. Tenía una única certeza -aunque no era mía-, no podía volver a mirar atrás. Fue a eso a lo que me aferré. Por lo tanto, juré que sólo miraría hacía adelante.

Desde entonces, el camino siempre fue fácil. Elegía una montaña. La más alta que veía. Entonces la escalaba ignorando lo que la rodeaba y cualquier obstáculo. Es cierto, a veces emulé a la tortuga, disminuía la velocidad y recuperaba energías, pero nunca cometí el error de la liebre: no me detuve. Jamás. No sé si lo considero un éxito o un fracaso.

Al llegar a la cima, buscaba una montaña más alta y también hacia su cima me dirigía. El camino no siempre fue fácil, en ocasiones fue solitario, pocos aguantaron el… mi... ritmo. Pero, como vos, desciendo del rigor y del ego. El orgullo y la euforia de superar cada obstáculo justificaron cada paso y decisión ¿Me arrepiento de algo? No, de ninguna manera. 

Así repetí ciclos en una mercurial carrera. ¿O era una persecución? No podría decirte… tampoco sé contestarte tantas cosas más ¿Buscaba realmente llegar a la cima de cada montaña que escalé? o, en realidad ¿escapaba de los fantasmas, que nunca estuvieron tan lejos como quise creer? No sé.

Hace unos días la vi: una encrucijada. No es la primera vez que atravieso una. La vida es un conjunto de decisiones que nos llevan a otras decisiones, que a su vez nos llevan a otras y así hasta llegar a la balsa de Caronte. Pero esta vez fue diferente, por primera vez no pude apreciar el final de cada camino que se extendía frente a mí. No pude determinar qué montaña es más alta.

Los caminos atraviesan valles, lagos, bahías, pueblos, mesetas… En algunos caminos ni siquiera hay montañas… En otros sí; una, decenas, miles, millones. Miré hacia el sur y ahí lo vi. ¡El océano! Nunca le presté atención. Pero en ese instante tuve ganas de perderme en él… tan eterno, tan profundo… tan contradictorio… calma y tempestad. Dicen que ahí nació la vida.

¿Qué hacer? Nunca tuve que hacer una elección así. Sin certezas. ¿Qué camino tomar? ¿El más fácil? ¿El sensato? ¿El que todos me recomiendan? ¿El que nadie tomó? No pensés que no pedí consejos. Escuché miles de respuestas sobre el camino que debía tomar... aunque ninguna me convenció ¿Debía dejar esa elección al azar? ¿Océano o montaña? ¿Qué pasa si me arrepiento? 

Siento que cada día estoy más cerca de la encrucijada, pero más lejos de la decisión que debo tomar. Puede que el camino que elija no sea lo que espero ni lo que busco. ¿Qué pasa si me pierdo? ¿Si me ahogo? ¿Si me quedo sin fuerzas? ¿Entonces? 

¿Debería mirar atrás? Una última vez. Quizás la respuesta esté ahí… O quizás me encuentre con más preguntas. ¿Y si me detengo? Sólo por un minuto… creo...sería para pensar… ¿o no? pero... ¿si no puedo volver a correr?... ¿si no quiero?... ¿sería tan malo?”


_________________________

Luis Eduardo Esquivel nació en la provincia de Buenos Aires, Argentina. Es abogado y docente universitario, actualmente finalizando una Maestría en Relaciones Internacionales.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares